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La nueva marca con la que Reinaldo Lippi planea su regreso al mercado outdoor

La nueva marca con la que Reinaldo Lippi planea su regreso al mercado outdoor

Este emprendedor, que antaño creó la compañía que lleva su apellido, pero de la que se desligó hace una década, ahora planea salir al mercado bajo la marca Ofki, con un modelo de negocios de venta directa por internet, a precios asequibles, con productos muy durables y con mucho acento en post venta. “Estoy trabajando en crear otra marca de ropa outdoor, que es lo que yo sé hacer”, revela.

Por: Azucena González - Foto: Verónica Ortíz | Publicado: Sábado 6 de julio de 2024 a las 21:00
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La semana pasada, el 26 de junio, el Sernac citó a declarar al representante legal de la empresa Lippi, luego de que esta firma -según el servicio- no diera respuesta a un oficio, y tras constatar un “aumento significativo” de reclamos básicamente por el retardo en la entrega de lo comprado, y término unilateral del contrato.

Y aunque Reinaldo Alberto Lippi Ureta, 65 años, ya no es parte de la compañía hace una década, cuenta que tuvo que subir un video para aclararlo, pues la gente sigue contactándolo a él para estos eventos. “También hay gente que me escribe pidiéndome auspicios”, agrega.

- ¿Sintió nostalgia?
- No, hace mucho rato que yo ya tengo superado el tema de Lippi. Me costó un mundo, pero ya lo logré, ya le di la vuelta hace rato.

- ¿Por qué cree que le costó?
- Porque cuando tú haces un proyecto, es parte tuya, desde mi hobbie hasta mi apellido. Tuve que cambiar mi manera de vivir. Fue quedarme sin trabajo, cambiar mi rutina. Es una pérdida de algo relevante.

Hoy, con 65 años, Reinaldo Lippi se apresta a emprender nuevamente en el mundo outdoor, que fue parte neurálgica de su vida laboral desde los años ‘80.  

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Robin y no Batman

Fue el bisabuelo paterno de Reinaldo Lippi quien emigró de Italia a Chile. Venía de la zona de Lucca, en Toscana, a principios del siglo XX. Reinaldo vivió toda su vida en el centro de Santiago, en el barrio Toesca. Es hijo de un obrero tornero mecánico y de una madre dueña de casa que, para ayudar a la economía del hogar en los duros años ‘70 y ‘80 en Chile, hacía y vendía chalecos y sábanas, lo que sin duda marcó el rumbo y la destreza que más tarde desarrollaría Reinaldo Lippi en el mundo de la confección y las telas.

Eran una familia de esfuerzo, aunque Lippi dice hoy que ha reflexionado sobre lo que es la pobreza, “y la verdad es que no estoy tan seguro de que éramos tan pobres. Había carencia de cosas, pero había buena comida”, rememora.

Lippi estudió en la Escuela Grecia N° 122, en Salvador Sanfuentes, y más tarde en el Liceo Darío Salas -allí conoció el montañismo-, luego en el Amunátegui, y en otro colegio en La Florida, pues -reconoce- tenía mala conducta.

Tras salir del colegio y como buen lector ya en esos años, pudo haber ido a estudiar Historia a Valparaíso, pero la situación económica de su familia lo hizo impensable. Así, Lippi buscó trabajo. Como en el barrio Meiggs vendían carne de conejo, él recolectaba los cueros, los secaba y hacía gorros tipo Daniel Boone y pantuflas.

Más tarde encontró un trabajo más formal en la Biblioteca San Ignacio, donde se desempeñó como encuadernador, entre otras funciones, mientras, en paralelo, estudió en el Infocap para ser soldador, pues mirando a un hermano de un compañero de colegio que soldaba tubos en gasoductos y viajaba por su trabajo, Lippi soñaba con el mismo destino. Pero, hoy rememora, sólo llegó a hacer rejas, por lo que no siguió ese camino.

El cambio en su destino vino -literalmente- por hambre y la necesidad de subsistencia. Ocurrió que en 1983 lo despidieron de la biblioteca San Ignacio, y con los $ 40 mil que le pagaron de finiquito, $20 mil los destinó a lo que sería el origen de su negocio y su vida laboral posterior, en la compañía Lippi.

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En la máquina de coser prestada de una vecina, confeccionó una mochila para un amigo, pensando en hacer un producto que durara muchos años y que si presentaba cualquier falla se lo trajera y lo arreglaba. Del boca a boca, le empezaron a llegar más encargos, pues en el Chile de inicios de los ‘80, no existía el concepto outdoor y desde luego, no había la variedad de tiendas y marcas que años después proliferaron, con la apertura comercial del país y el aumento de los ingresos.

Era esa una época en que comprar una parka o un saco de dormir eran palabras mayores, pues eran indumentarias escasas y había que contar con presupuesto que la mayor parte de la población no tenía. 

Y una oportunidad ya a mayor escala se le presentó a Lippi cuando estando en su primer taller ya fuera de casa, en la sede del Cuerpo de Socorro Andino, en calle Cumming, por casualidad contestó una llamada de un ejecutivo que se presentó como parte de Ingeniería Civil Vicente. Ocurría que esta empresa iba a hacer unos trabajos en el aeropuerto de la Antártica, y buscaba que el Socorro Andino le aconsejara para esa travesia. Y en la conversación  con Lippi le preguntan dónde podrían comprar implementos de vestuario para una treintena de trabajadores que tendrían que ir al continente blanco a esas faenas.

Esa fue un de las primeras ventas más a escala mayor de Lippi, a nivel institucional, de un negocio que crecería como la espuma de la mano de su creador, quien progresivamente se fue ampliando a trabajar en talleres.

Tras aquella primera sede, arrendó una casa en calle Toesca -frente a su casa natal-, luego en Granada, Santa Victoria y luego en Avenida Italia. Y se insertó de lleno en el mundo del montañismo, con clientes como Rodrigo Jordan, ya en los ‘90, por ejemplo, y muchos extranjeros que venían a Chile.

En 2004, y pensando precisamente en el crecimiento de la compañía, Reinaldo Lippi quiso contar con socios, y sumar otras competencias más corporativas. Así, junto con su exesposa, aquello cristalizó en sumar a Rafael Vielva y Rafael Cvjetkovic, quienes se quedaron con el 70% de la compañía. Un deal que para Lippi terminó mal, pues se transformó en un empleado de la firma, con un sueldo bajo y sin reparto de utilidades, lo que decantó en 2013 en su salida de la sociedad, junto con su exseñora.

Hoy, Lippi da vuelta la página y no habla de ese tema, ni de sus exsocios, ni de la firma Lippi. Sí recuerda que fue el abogado Daniel Stingo -un cliente y amigo, al que no ve hace mucho tiempo, cuenta- quien le advirtió que no firmara, pero al que no le hizo caso, por las ansias que tenía de ver crecer a este tercer hijo que había tenido.

Reinaldo Lippi no descree de las sociedades. “Soy creyente en las sociedades, creo que son súper necesarias”, dice. Lippi contó en entrevistas pasadas y lo recuerda también ahora con DF MAS que de niño tuvo un disfraz del superhéroe Robin y no de Batman. “Yo soy Robin. Tiendo a ciertas habilidades, pero necesito el apoyo en otras, sé perfectamente quién soy. Soy muy creativo, encuentro soluciones y desarrollos interesantes, pero ponme a administrar una cuenta corriente. No puedo”, grafica.

Ofki

Hoy Reinaldo Lippi está dando vida también con socios a una nueva compañía que lo traerá de vuelta al mundo outdoor. “Estoy trabajando en crear otra marca de ropa outdoor, que es lo que yo sé hacer. Tengo definida la marca y voy a hacer ropa outdoor, intentado rescatar lo que fueron mis orígenes”, revela.

Bajo el nombre Ofki, con un par de socios -cuyos nombres se reserva- se dedicará a realizar mochilas y parkas en primera instancia, para luego ir adicionando más productos.

¿El nombre Ofki? Lippi hace muchos años participó en el rescate de unos andinistas que se perdieron en Campo de Hielo Norte, y allí hay un lugar que se llama Istmo de Ofqui, zona en la que encontraron un hotel de maderas nativas abandonado y que fue un proyecto que entre fines del siglo XIX y principios del XX intentaron hacer unos colonos, pensando en llevar a cabo un canal que atravesara el istmo y que los barcos no tuvieran que salir al Golfo de Penas.

Construyeron el hotel para recibir a los turistas que supuestamente iban a pasar por ahí, pero el proyecto no resultó. “Ese proyecto lo encontré tan delirante como hacer otra marca ahora. Lo que estoy haciendo yo es delirante”, dice Lippi.

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En el modelo de negocios, Reinaldo Lippi cuenta que hará todo el desarrollo en Chile, para enviar a producir a Asia, un mercado que conoce a la perfección. “En China puedes comprar cosas muy buenas. A mí me encanta meterme a las fábricas. En este tema me manejo bien”, explica.

El modelo considera también vender los productos a través de internet, no en malls ni tiendas, por los altos costos involucrados. “Yo prefiero evitarme ese costo, hacer venta directa y meter tecnología a mis productos, en vez de encarecerlos por una tienda en algún mall, que no tiene que ver conmigo”, dice Lippi.

Su norte es que sean productos de muy buena calidad, con precios asequibles, y siempre con su filosofía de que sean muy durables y que tengan un servicio post venta de excelencia. Y que, si se requieren reparaciones, las da sin mediar boleta, como lo hacía antaño, porque reconoce sus productos.

“Voy a tener un centro donde voy a poder reparar los productos, espero que sea en Ñuñoa. Conozco el negocio”, explica Lippi, quien prevé también dar el servicio en el taller para terceras marcas, pagado.

“Yo con este tema de las empresas que se dicen verdes y que usan materiales reciclados, mi postura es que la manera de ser ecológico es hacer productos que duren mucho tiempo, lo que hice en mis orígenes. Todavía me escribe gente para decirme que me compró una mochila en el ‘90 y aún la tiene. Eso es lo que estoy buscando (..) No es posible que tengamos que botar”, relata.

Con esta firma, planea estar en el verano o el invierno 2025 ya en el mercado.

- ¿Por qué quiso volver al outdoor?
- Porque es tanta la gente que me escribe, que dije “y por qué no”. Yo necesito hacer cosas. El negocio del outdoor ahora es un commodity, y yo siento que todavía tengo algo que decir al respecto.

- No todos emprenden a los 65 años. ¿Por qué hacerlo en su caso?
- Voy a emprender hasta que me muera. Si alguien tuviera que emprender en el mundo outdoor, ¿quién tendría que ser? ¿Quién sabe más que yo? Yo soy como el papá de esta industria. Fuimos los que introdujimos el término primera, segunda y tercera capa (de ropa) y ahora lo usa todo el mundo. Fui uno de los primeros chilenos en hacer chaquetas de polar. Estoy contento.

Es que las telas están en el ADN de Reinaldo Lippi, quien también hace cuatro años dio vida a la firma Compofast, que se dedica al desarrollo de cobertores para evitar los malos olores en los procesos de residuos industriales, que se pueden usar en el rubro avícola y salmoneras, entre muchas.

Con una planta ubicada en la localidad de Crucero, en Purranque -donde Lippi fabrica los cobertores-, la firma logra captar el 98% de los olores y tiene a clientes como Zero Corp, que procesa residuos industriales, también está trabajando para desarrollar kits municipales y se está abriendo a abastecer a clientes en Perú.

Cuando salió de la firma Lippi, éste trabajó en Comercial Depor, que alberga un pool de  marcas, en particular en Hi-Tec .

Después también Lippi dio vida a la firma trader Bruma Design, creada en 2017 con socios y que se dedicaba a prestar para varias marcas los servicios de diseño, desarrollo de prendas de vestir y se encargaba de la producción en Asia. Bruma Design, por ejemplo, tuvo como clientes a Komax -para marcas como Andesgear y Kivul-, en la época en que esta compañía todavía era de propiedad de Carlos Alberto Cartoni y Arístides Benavente. Lippi cuenta que Bruma no sobrevivió a la pandemia y cerró.

En el pasado Lippi también tuvo una participación en la firma Dondomo, la que vendió.

Auto explotación

Lippi pone una luz de alerta en torno al emprendimiento. Plantea que, por un lado, ve una sobreexposición, “como que, si no emprendes, te estás perdiendo. Y no todos los proyectos llegan a puerto. Esta cultura del emprendimiento hay que afinarla. Hay roles, y no todos pueden ser emprendedores”, cree.

Y agrega que ve mucha “auto explotación” -como la denomina-, en que por sacar adelante algún emprendimiento hay personas, familias e hijos que trabajan sin sueldo, sin imposiciones y sin horario. “Eso me hace un poco de ruido”. Y hace el contrapunto. “Yo estoy feliz, he sido muy feliz, he tenido una vida muy plena”.

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